Los «Cencerrones» volvieron a llenar en la tarde de ayer de luchas y rituales, cuestaciones y colorido, bromas y alegría, las calles y plazas del bonito y acogedor pueblo de Abejera de Tábara, situado en una hondonada entre las Sierra Sesnández y la Sierra Valer. Prácticamente todos los vecinos del pueblos y los emigrantes, niños, jóvenes y mayores, hombres y mujeres, disfrutaron a lo grande acompañados de numerosos forasteros.

Francisco Mezquita Ferreras volvía a representar a la perfección al principal personaje de la mascarada de invierno, el «Cencerrón», ataviado con su tenebrosa indumentaria de riguroso negro, polainas y la diabólica careta oscura y roja junto a las siempre temidas tenazas de escalera para coger por las piernas a sus adversario en las continuas peleas. Su compañera de viaje, la «Filandorra», cobraba vida gracias a Álvaro Andrés Palacios, repartiendo cernada (ceniza) a diestro y siniestro para abrir paso al Cencerrón.

Mariano Andrés Andrés representó al «Pobre» que ataviado con una vieja capa de pastor, la tradicional capa parda alistana, que de nueva fue «Capa de Honras» para bodas y entierros, fue recogiendo los donativos entre los vecinos y foráneos que abarrotaban como ya es habitual la plaza de la iglesia de «La Natividad». Mostrando su agradecimiento por la limosna el pobre teñía cariñosamente de negro la cara de los donantes, por cierto, siempre muy generosos.

Los encargados de cantar las coplas utilizando la paja de centeno como único y frío colchón, fueron los dos «Ciegos», ataviados ambos con sus ropajes de papeles de colores: Javier Ratón Ferrero y Agustín Alvarez Palacios. Las coplas hacen referencia a las mozas, a los aconteceres del pueblo y a la buena salud para el Año Nuevo que llegó. Uno de los personajes más peculiares es el «Gitano» que llegados montado en su burra autóctona de «Zamorano-Leonesa» fue el encargado de pedir permiso, para la llegada de su familia, los ciegos, y sus adversarios, los cencerrones, al alcalde del pueblo, como máxima autoridad. La falta de mozos solteros y voluntarios obligaba este año a prescindir de dos de los personajes secundarios: Madama y Galán. En alguna ocasión, en los últimos años, estos habían sido representados ya por mujeres del pueblo.