Un acercamiento a través de los sentidos a «Platero y yo», la más sensitiva y universal obra de Juan Ramón Jiménez, articula el primero de los talleres infantiles puestos en marcha este verano desde la sección infantil de la Biblioteca Pública del Estado, que hasta a decorado sus escaleras con los primeros renglones de la narración, que cumple 100 años de su publicación.

En «Leer naranjas, oler poemas», título del taller tomado de un prólogo de una de las ediciones de Platero, una veintena de asistentes, de entre 10 y 14 años, situaron en naranjas su nombre con clavos de olor y una palabra del primer capítulo. Hasta el viernes estas frutas cada día las bibliotecarias las situarán en distintas mesas para que los niños se conozcan entre sí y con las palabras cada grupo cree un poemas que escribirán, con un rotulador especial, en las cristaleras de la sala polivalente, ambientada con ediciones del libro y con varios burritos.

Los asistentes identificaron a Juan Ramón Jiménez mediante el juego del «Quién es quién», formulando preguntas para ir descartando los rostros de hombres que tenían impresos en un folio hasta ponerle cara al escritor onubense. También vieron un breve documental en el que conocieron en qué circunstancias vio la luz «Platero y yo». Y es que Jiménez para conquistar a Zenobia Camprubí se había ofrecido a traducir con ella a Tagore pero en 1914 estaban enfadados, la editorial le pedía capítulos de la traducción y como no los tenía él le remitió varios capítulos de Platero. «Tuvo mucha suerte de que le gustaran a Giner de los Ríos sino...», atestiguó Álex Zurdo, de 11 años, que había tenido un acercamiento a la narración en clase, mientras que su compañero Alonso Feliz Peláez decía que «este escritor tenía mucha imaginación y creaba palabras que hemos conocido al leer el prólogo».

Los menores pudieron identificar distintos olores mediante unos tubos de plástico, en cuyo interior había coco, chocolate o especias, y formar equipos para una carrera. «Hacemos cosas muy distintas y divertidas por eso todos los veranos me gusta venir», subrayó la niña Lorena Toribio Gallego.

Entre actividad y actividad los niños crearon con papeles banderines, guirnaldas y farolillos que el viernes utilizarán para decorar la dependencia, dado que como fin del taller habrá una fiesta ambientada tal y como se hacía el primer tercio del siglo XX. Hasta entonces los muchachos aprenderán a hacer un burrito de cartón, a jugar a ponerle la cola a un asno u esta mañana, dedicada al gusto, a hacer flores comestibles o a elaborar mosto. Aprendizaje divertido en vacaciones.