El cantautor gallego Andrés Suárez actúa esta noche por segunda vez en Zamora, en el Ávalon Café, con el cartel de "no hay entradas" que ya colgó en mayo del pasado año. Ahora presenta su nuevo disco "Mi pequeña historia", que ha entrado en las listas de éxitos nacionales y se colocó entre los más descargados de iTunes antes de su salida oficial.

-Empezó cantando en pequeños bares y en el metro y ahora ha colocado "Mi pequeña historia", su sexto trabajo, en los primeros puestos de descarga.

-Aunque suene increíble personalmente no veo ningún cambio. Sigo siendo el mismo que con catorce años quería salir de casa y recorrer el mundo para cantar. Profesionalmente ha cambiado el público, el aforo... y estoy muy agradecido porque sin esa gente seguiría estando en Ferrol o cantándole a mis padres en su habitación. Sigo amando lo que hago y eso es con lo que la gente se queda.

-Aún así, sí que podría decirse que es un ejemplo de sueño cumplido.

-Mis sueños tiraron más arriba que yo, aunque creía mucho en ellos. Si no hubiera creído en mi música, más que en mí mismo, no lo habría conseguido. Por eso me fui a tocar al metro de Madrid, lugar donde volvería con la cabeza muy alta si las cosas comienzan a ir mal. Hoy sacas un disco bueno y la gente te lo premia, pero si sacas uno malo, te castigan y se van. Yo volvería a los sitios donde empecé con mucho orgullo porque he cumplido sueños, pero no lo he conseguido todo. Sí, he cantado con Pablo Milanés, con Iván Ferreiro, con Víctor Manuel... pero me quedan Sabina, Juan Luis Guerra o Robe Iniesta. Y hasta que cante con ellos no los dejaré en paz, eso seguro.

-El cantar con figuras tan grandes será una manera de crecer.

-He tenido muchos maestros, pero es importante no imitar sino dejarse ayudar. No quiero ser un Pablo Milanés, un Javier Ruibal o un Víctor Manuel porque sería absurdo. Trato de dejar una obra porque yo me iré, pero mis canciones quedarán aquí. ¿Cuántos genios como Antonio Vega, Antonio Flores o Enrique Urquijo se quedaron en el camino antes de tiempo? Y seguimos escuchándolos.

-Internet también es una gran herramienta para darse a conocer.

-Yo estaba en contra de las redes sociales porque creía que no ayudaban, pero de repente me fui a tocar a México y había 800 personas. Creo que es algo necesario, aunque, como una droga, si se consume en grandes cantidades es dañina y mata. Con moderación hace que una carrera se multiplique.

-Vuelve a agotar las entradas en Zamora un año después.

-Allí me han tratado excelentemente bien y en el Ávalon se dejan el alma para que las personas que vamos a tocar tengamos nuestro cariño y nuestro espacio. La música en directo cada vez tiene menos espacio en España y cada vez es más difícil encontrar sitios así, por lo que, donde te traten bien, tienes que volver, en contra de lo que decía aquella canción de Sabina. En el norte, que para mí es de Madrid para arriba, estoy en casa y además se come del "carallo". La última vez en Zamora fue mágica.

-Sin embargo, también llena recintos grandes como Vistalegre. ¿Con cuál se queda?

-Reconozco que el formato íntimo y de bar es en el que me crié y en el que me crío y sigo buscando las miradas de la gente más que el aplauso, aunque lo último también me guste. Soy ciclotímico y desequilibrado y cuando estoy un mes tocando con la banda, echo de menos tocar en bares pequeños y viceversa. Al final tiene que mandar el corazón y es una cuestión de equilibrio, aunque Iván Ferreiro diga que es imposible.

-Además, siempre ha estado muy comprometido con temas como el de la prohibición a los menores de entrar en las salas de conciertos.

-Me parece una auténtica cobardía y una lástima para las madres que preguntan por qué no pueden ir sus hijos a verme. Me duele tener que decirles que pregunten a los políticos porque hacen las leyes independientemente de mis decisiones. Espero que en esta época de cambios se pueda demostrar que la música no tiene edad, porque mi madre me llevaba a conciertos de Extremoduro con doce años. Hay alternativas: que no se sirva alcohol, que los menores vayan acompañados de adultos, que se cambien los horarios... Y así doscientas, pero hay que pensar, hablar y reunirse, y eso no lo hacen los políticos.