Abejera de Tábara vibró en la tarde y noche de ayer con la celebración de su mítica mascarada de invierno de «Los Cencerrones», una ancestral tradición que ha recuperado todo su esplendor devolviendo a los niños, jóvenes y mayores, vecinos y emigrantes a otros tiempos, muy lejanos, cuando el pueblo, ubicado entre La «Sierra Sesnández» y la «Sierra Valer», vivía el Año Nuevo como una de las fechas par importantes e insignes del año a nivel familiar de la comunidad.

Francisco Mezquita Ferreras dio vida a Cencerrón, con sus amenazantes tenazas de escalera y su diabólica careta, y Álvaro Andrés Palacios a la Filandorra, sembrando de cernada a diestro y siniestro. Sencillamente magistrales, lo mismo que sus compañeros de histórica aventura: Raúl Ratón Ferrero (Gitano), Mariano Andrés Andrés (Ciego), Javier Ratón Ferrero (Molacillo) y Alfonso Madrid Río (Pobre). Todos ellos llevan varios años encarnado a los personajes y ello ha contribuido a perpetuar la tradición, con las enseñanzas de los ancianos, hasta la perfección. Matrícula de honor.

Los mas viejos del lugar recordaban ayer que había unas premisas que los personajes siempre habían de cumplir. El Cencerrón siempre que transitaba por las puestas de la iglesia parroquial de La Natividad se echaba la carocha a un lado y pasaba a cara descubierta. Jamás entraba el «El Sagrao». Ninguno de los personales pisaba tierra sagrada: no subían a las escaleras que dan al campanario. Si llegaban a la casa donde hubiese fallecido una persona, por más que se lo pidiesen, nunca cantaban, cumplían con la tradición de rezar un padrenuesto.

La entrada en plaza del Cencerrón es uno de los actos más llamativos, envuelto en su mascara, con las tenazas de escalera abriéndose y cerrándose, acompañado de la Filandorra lanzando ceniza a diestro y siniestro. Antaño sus principales víctimas eran la mozas y casadas.

Antiguamente el aguinaldo (miaja) era solicitado de casa en casa, en compensación por haber sacado los domingos el pan bendito. Unos comenzaban la cuestación por una parte y los otros por otra con lo cual no coincidían.

Los Cencerrones no salieron a la calle durante la Guerra Civil. En 1940 el Cencerrón fue encarnado por Francisco Andrés Ratón («Lires»), mientras que Gregorio Ferreras (Gregorín) fue a Filandorra, Gabriel Mezquita el Ciego y Vicente Ferreras Ratón el Molacillo. Los Cencerrones de Abejera de Tábara, de seguir en esta linea, están llamados a convertirse en una de las principales mascaradas de la Península Ibérica recuperando a la perfección la tradición. Una de las cosas que más gustaron fueron las picarescas coplas cantadas por ciego y molacillo sobre aconteceres de Abejera y otros pueblos vecinos.