Chany Sebastián

Los Diablos de Sarracín de Aliste resurgieron ayer de sus cenizas y volvieron a cautivar a propios y extraños con una mascarada tan histórica como comunitaria que ha pervivido en el durante siglos en el fuera el bosque encantado del oeste zamorano: la Sierra de la Culebra, cuna de historias y leyendas a la vez que paraíso de fauna, flora y tradiciones populares.

Fueron los más madrugadores del Año Nuevo saliendo a las 9.30 horas del entorno de la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel. Tras la consabida visita a la casa del señor alcalde se iniciaba el recorrido una por una por todas las casas del pueblo. Los vecinos fueron recibiendo con los brazos abiertos a los insignes visitantes cargados de buenos deseos y una mochila para llenar con las donaciones de las familias.

Los dos diablos «Grande» y «Chiquito» fueron abriendo la comitiva siendo el alma máter de la fiesta con sus persecuciones bajo su fiero aspecto de traje y carocha negra con tenazas rojas (el mayor) y un palo con dos cuernos (el pequeño). La Filandorra y el Rullón con sus trajes de tiras de sembraron de ceniza los campos y a cuantos encontraban a su paso con especial atención a las mozas. La terna de personajes la completaron el Ciego, Molacillo, Filandorra, Madama, Galán, Dulzainero, Tamborilero y los dos «Hombres del Saco».

Estamos ante una mascarada que entremezcla unas tradiciones de muy diversa índole y procedencias: a los ciegos y a los lazarillos que iban cantando coplas por los pueblos antaño, el Nacimiento del Niño Jesús en el Portal de Belén, la dura trashumancia pastoril y la matanza de los Santos Inocentes. Entre los vecinos se cree que «Algunos orígenes de la fiesta son bíblicos, otros proceden de la picaresca medieval o de las costumbres agroganaderas e incluso de la remota cultura celta».

La mascarada culminó ya en «La Anochecida», cuando el Molacillo pasó a ser Obispo y el Ciego Monaguillo con el hisopo de agua bendita para intentar darle cristiana sepultura al niño de la madama que ha fallecido. Los Diablos que querían llevarse su alma al infierno llegaron y ahí comienza la última y gran pelea.

Los Diablos son una pura expresión de la representación con ironía de las eternas luchas entre el bien y el mal, siempre aderezadas con la música tradicional, los buenos deseos y las cuestaciones, una fiesta donde, llevan el peso los 12 personajes, pero en la que al final termina participando todo el pueblo e inclusos los forasteros. Niños, jóvenes y mayores esperan que ya se celebre todos los años.