Una verdadera muestra de la categoría narrativa y dramática del realizador iraní Asghar Farhadi, que después de impactar en todo el mundo con su extraordinaria Nader y Simin. Una separación, que acaparó Óscar y Globo de Oro a la mejor cinta en lengua extranjera, reitera su talla profesional en este conflicto familiar que le ha permitido rodar en París y sin problemas financieros, aunque se trata de un producto de limitado presupuesto, pero sobre el sedimento impagable de un argumento propio que forma parte de

su universo particular.

Impactante, contada con un ritmo pausado pero intenso y firme, sus ingentes virtudes fluyen, sobre todo, de la descripción de unos personajes tan llenos de vida que calan profundamente en el espectador, especialmente unos niños que pocas veces habían adquirido en los fotogramas una dimensión tan auténtica.

Premio del Jurado Ecuménico en el Festival de Cannes y a la mejor actriz, la francesa de origen argentino Berenice Bejo, sus 130 minutos nunca llegan a deteriorar sus notorias y tremendas propuestas. Ambientada en París en el transcurso de unos breves días, nos introduce en la trama de la mano de un iraní, Ahmad, que acaba de llegar a la capital francesa procedente de Teherán para cumplimentar los trámites de divorcio con su exesposa francesa Marie, de la que vive separado desde hace cuatro años y que es madre de dos hijas de anteriores uniones.

Da la impresión a primera vista que las relaciones, sin ser muy cálidas, se mueven en un ámbito civilizado, tanto en lo que concierne a Ahmad con Marie como de aquél con la pequeña Lea y la adolescente Lucie. Pero es sólo un puro formalismo, ya que las tensiones y los problemas no tardan en emerger y provocar el inevitable y terrible conflicto. A medida que el recién llegado va entrando en detalles se abren con ello nuevas historias paralelas.