Sigue la lógica implacable de las secuelas o segundas partes, en el sentido de que es inferior y que en realidad lo que hace es alargar la trama de forma un tanto forzada, pero sin perder en el trayecto todo el encanto, que lo había y bastante, de la primera cinta, estrenada en 2012 y cuyo éxito internacional sorprendió a propios y extraños.

La clave ha residido en reunir no sólo a los mismos protagonistas, un grupo de actores veteranos británicos de gran prestigio, algunos de ellos con oscars incluido, también al mismo director, John Madden, y al guionista Ol Parker, responsable de la adaptación de la novela de Deborah Moggach en que se basaba la primera cinta.

Como guinda, esa India mágica que se convierte en escenario fascinante y único, localizada en la Ciudad Rosa, Jaipur, una de las perlas del Rajasthan. Se han movilizado, por tanto, todos los factores que podían asegurar que esta segunda parte tuviese similar capacidad de convocatoria y, especialmente, que mantuviera la coherencia a nivel de argumento y de personajes. Es verdad que no se ha conseguido plenamente, porque la primer a mitad reitera cosas que ya eran demasiado conocidas y que no acumulan las mismas dosis de encanto, aunque en la segunda el panorama mejora claramente y hasta se reproduce en algún momento el sabor genuino del original.

Las bases del guión son dos, por un lado el intento del siempre activo joven indio Sonny por hacerse con un segundo hotel de la cadena Marigold, para lo cual es indispensable que llegue a un acuerdo con una poderosa franquicia, y por otro su propia y anunciada boda con Sunaina, su novia de siempre. Esta última, además, plenamente enraizada en las tradiciones indias, con un despliegue vistoso y multitudinario de números musicales. Pero hay, naturalmente, un apartado que sigue siendo jugoso y llamativo, el de los conflictos personales y en forma de pareja de los jubilados británicos hospedados en el hotel Marigold, incrementados ahora con la llegada de un nuevo cliente, el escritor Guy Chambers.

Se conserva en este aspecto el tono de comedia agria, revelando las crisis que sufren todos ellos y mostrando al respecto un panorama que no excluye el adulterio ni la frustración personal. Con el último añadido de un clima de tensión que brota de la sospecha de que los nuevos clientes podrían ser supervisores camuflados de la franquicia.