Abre, sin duda, alguna nueva vía de acceso a una narrativa original y muy propia de nuestro tiempo, hasta el punto de que toda la película discurre en el marco de la pantalla de un ordenador sobre la base de un chat que están celebrando un grupo de amigos, pero una vez que este factor se asimila apenas quedan ya motivos para seguir involucrado en lo que se está viendo, que no es otra cosa que una mera reiteración de una inquietante situación límite.

El director ruso Leo Gabriadze, en su segundo largometraje, tras Problemas con suerte, ha utilizado con irregular fortuna un guión de Nelson Greaves que trataba de mostrar el problema que se deriva de la enorme cantidad de tiempo que pasamos ante el ordenador. La visión terrorífica del tema la decidió el director y productor también ruso Timur Bekmambetov, que realizó Abraham Lincoln: cazador de vampiros, responsable máximo de que el proyecto siguiera adelante.

En sus, por fortuna, 83 minutos de metraje, la cinta pasa de llamar en principio la atención y de sorprender gratamente con la original solución de su sintaxis a convertirse en un reiterativo thriller de terror que va perdiendo fuerza y vigor a medida que se vuelve una y otra vez al punto de partida sin modificar ningún aspecto que enriquezca la historia. De hecho, se insiste en algo tan manido como la maldición para acentuar el misterio y el horror que se adueñan del chat que ha convocado ante el ordenador a seis amigos adolescentes.

La fatalidad indica que no era el mejor día para ello, ya que se cumple el aniversario del suicidio de una compañera, Laura, y para enturbiarlo todo se infiltra entre ellos Billie227, un usuario no invitado que en principio es admitido porque se interpreta como un error que no afecta para nada al debate. Desgraciadamente, las cosas son muy distintas y conllevan una espiral alucinante en la que el supuesto hacker saca a la luz secretos y mentiras que elevan a tope la temperatura de la reunión.