Ofrece alicientes nada desdeñables, que incluso podían ser mayores si la segunda parte no experimentara un manifiesto descenso en su interés, y sigue manteniendo relativamente firme la cotiz ción de los directores Glenn Ficarra y John Requa, que tras fracasar en el plano comercial con su ópera prima, Phillip Morris I love you, realizaron un producto más que aceptable, Crazy, stupid love.

Aquí han tratado de combinar el thriller con el amor, consiguiendo resultados dispares, más acertados en unos comienzos prometedores, que tiene secuencias incluso brillantes, pero algo decepcionantes en su fase final. Lo que sí parece claro es que en el aspecto de la taquilla, ésta es su propuesta más rentable y la que les abre más perspectivas de futuro.

Con escenarios en Nueva Orleans y en Buenos Aires, la cinta marca desde un principio sus cartas, adentrándose en la vida íntima y profesional de Nicky, un afroamericano experto en el hurto y maestro carterista que coordina un equipo eficaz de expertos y astutos ladrones. Han escogido la bella ciudad del Sur de EEUU porque le ofrece unas posibilidades de «trabajar» infinitas al celebrarse en la misma la final del acontecimiento deportivo más importante y masivo del año en Norteamérica.

La novedad de peso es que en ella interviene por vez primera una bella mujer, Jess, que se acaba de incorporar al equipo y que además de facultades evidentes para desvalijar a cualquiera, también es una maestra en el arte de seducir. Tanto es así que obligará a que Nicky rompa una de sus normas más sagradas, no mezclar nunca el trabajo con el sexo. Pero es que en este caso interviene también el amor. La aventura de Nueva Orleans es impecable y tiene un final inmejorable.

El problema surge cuando la acción, a renglón seguido, se traslada a Buenos Aires con el nuevo estatus de la pareja protagonista. El corte que se produce en el relato es total y, lo que es peor, no garantiza la adecuada continuidad y está infestada de bruscos y tramposos giros en la trama que no están justificados y que abusan de la inocencia del espectador.