Es una comedia romántica que interesa casi siempre, que sabe dotar a sus personajes de los resortes necesarios para que demuestren su vitalidad y su capacidad para identificarse con tipos de hoy que están al cabo de la calle y, sobre todo, contiene momentos y situaciones que provocan un humor que se agradece. Es cierto que no siempre es así y que no pueden evitarse algunas crisis en el relato que son consecuencia, también, de un metraje excesivo e inusual en el cine español, nada menos que 128 minutos, pero a pesar de todo al final prevalecen las virtudes sobre los defectos. Teniendo en cuenta que es solo el segundo largometraje del director y guionista Peris Romano, que dirigió allá por 2008 8 citas, esos méritos tienen aún más valor.

Otro factor de peso en la película que hay que situar entre lo más inspirado de la misma, junto a unos diálogos sabrosos y ocurrentes que remiten a personas muy de nuestros días, es la concepción musical del realizador, utilizando canciones con letras vinculadas a la historia que se cuenta, algunas ya antiguas y muy conocidas -como Bámbola , Fiesta o Truhan- y otras más recientes -caso de No puedo vivir sin ti de los Ronaldos o Saharabbey Road de Vetusta Morla-, que sin ser una novedad, ya lo empleó con más propiedad en 2002 Emilio Martínez Lázaro en El otro lado de la cama , tiene una efectividad innegable.

A partir de este planteamiento cobra vida de forma válida la adaptación a la pantalla de una obra teatral, escrita por el propio director, que iba a ser en principio un guion pero que la crisis convirtió, ante la imposibilidad de encontrar financiación para el rodaje en 2012, en una obra teatral. Si ahora vuelve al que tenía que haber sido su primer destino es porque su éxito en los escenarios así lo ha permitido, con más de 70.000 espectadores y con debut incluido en la realización escénica de un atrevido Peris Romano. Le han facilitado la labor un grupo de espléndidos actores.