El eslabón de oro de la cadena de la supervivencia del folclore es la transmisión de sus valores entre generaciones. La mejor muestra de ello está en Nuez donde perviven tres generaciones de cantoras y pandereteras de la mano de María Méndez Román, abuela y madre, Ludy Domínguez Méndez, hija y madre, y Marisol y Diana Pérez Domínguez, nietas e hijas. De esta manera las letras y melodías de las viejas canciones siguen transmitiéndose de los padres a los hijos en toda su esencia. Junto a ellas también cantaron Felipa, María, Catalina, Isabel, junto con Juan y Narciso, a los que pronto se les unieron los componentes de «Don Sancho» y de «Manteos & Monteras», poniendo el colofón a una estupenda tarde, en la que durante más de tres horas, la música no paró de sonar.