Adelgazar es uno de los propósitos recurrentes de muchas personas año a año. Seguimos buscando la dieta ideal para perder peso, aunque algunas prácticas equivocadas puedan impedirnos conseguir el adelgazamiento deseado y, todavía peor, pueden llegar incluso a perjudicar nuestra salud.

"Para perder ese peso de más y mantenernos hay que llevar una dieta equilibrada y variada y, en todo caso, reducir un poco el tamaño de la ración y hacer ejercicio", explica Aranzazú Aparicio, profesora titular en el Departamento de Nutrición de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid.

Estos consejos, no obstante, no siempre se siguen. En muchos casos, la ansiedad por conseguir el cuerpo deseado provoca que recurramos a las llamadas dietas milagro, que prometen una rápida pérdida de peso sin apenas esfuerzo o sacrificio.

Son muchos los falsos mitos que debemos desterrar a la hora de iniciar una dieta de adelgazamiento. Y es que son múltiples las leyendas, sin ninguna base científica, respecto a algunos alimentos que teóricamente facilitan la pérdida de peso.

De hecho, no es extraño que el 81% de las personas que hacen dieta para intentar perder peso terminen fracasando, según un estudio realizado por la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO).

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En estas líneas, te mostramos algunas de las falsas creencias y errores más frecuentes que se cometen cuando iniciamos una dieta de adelgazamiento.

Los tópicos de los alimentos

"Ningún alimento es capaz de hacernos adelgazar. Los únicos que adelgazan son aquellos que nos dejamos en el plato", apunta Aranzazú Aparicio, quien analiza estos tópicos recurrentes.

1. Evitar el pan y la pasta: Falso. No hay que descartar la pasta y el pan, sino consumirlos de forma moderada y sin mezclar con otros alimentos rico sen grasas. La recomendación es tomar 6 raciones de cereales al día. "Una ración de pan son 30 gramos", resalta la especialista quien recuerda que los hidratos de carbono proporcionan 4 kilocalorías por gramo frente a las 9 de las grasas y las 7 del alcohol, además de ser fuente de fibra. Apunta, no obstante, que los hidratos de carbono se metabolizan peor por la noche, pero eso no quita "para cenar una sopa con un puñadito de fideos y una fruta o lácteo con el fin de facilitar la digestión".

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2. Tomar fruta después de las comidas engorda: Falso. La fruta tiene bajo contenido calórico, el mismo si se toma antes, durante o después de las comidas. Existe el riesgo de dejar de consumirla y eso, a la larga, puede provocar deficiencias nutricionales. También se cree que la fruta como colofón de la comida disminuye la absorción de nutrientes, algo inexacto ya que incluso lo favorece (por ejemplo, la vitamina C de la naranja facilita la absorción del hierro).

3. Evitar las legumbres: Es un error desterrarlas de los menús. Cocinadas con hortalizas o arroz aumentan el valor nutricional y disminuyen el contenido calórico. Además, tienen fibra y alto poder saciante.

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4. Comer ensalada como plato único: Otro error habitual cuando sustituimos los primeros y segundos platos de las comidas por una ensalada como plato único. Es cierto que son ricas en agua y pobres en hidratos de carbono, proteínas y grasas por lo que no engordan. Pero no pasa mucho tiempo hasta que el hambre irrumpe con fuerza y esto es negativo. La profesora Aparicio aconseja tomar alimentos con efecto saciante como plato principal (arroz, pasta, legumbres) y dejar las ensaladas como guarnición.

5. Mejor edulcorante que azúcar: Falso. Una cucharita de azúcar aporta 8 calorías al café del desayuno. Un aporte calórico mínimo respecto a la media de 2.000 calorías diarias de una dieta equilibrada prototipo. Además, algunos estudios han constatado que los edulcorantes no activan las señales de saciedad.

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6. El aceite de oliva no engorda: Este aceite, al igual que el resto, tiene un contenido energético de 9 kilocalorías por gramo, por lo que su consumo debe moderarse, especialmente en las dietas de adelgazamiento. Pero debe prevalecer sobre otros aceites de origen vegetal (coco o palma), mantecas y mantequillas, debido a su alto contenido en ácidos grasos monoinsaturados y sustancias antioxidantes, relacionados con una disminución del riesgo cardiovascular.

7. Los plátanos, uvas o higos tienen muchas calorías: Cierto es que son más calóricos que la manzana o la pera pero, en cualquier caso, no llegan a 100 kilocalorías por cada 100 gramos de porción comestible. Aranzazu Aparicio apunta que, tomadas en menor cantidad, aportan una cantidad de energía similar a una naranja mediana, por lo que no hay que eliminarlas de las dietas para adelgazar.

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8. Los alimentos integrales no engordan: No es del todo correcto. Sí es cierto que aportan más fibra, vitaminas, minerales y fitoquímicos (sustancias derivadas de plantas cuya ingesta beneficia a la salud) que los no integrales y provocan mayor sensación de saciedad. Aranzazú Aparicio advierte ante productos integrales de bollería que contienen gran cantidad de grasa, especialmente saturada, que aumentan las calorías y y el riesgo de enfermedad cardiovascular.

9. El pomelo quema grasa: Error, pero sí tiene un gran poder diurético que ayuda a eliminar líquido. Sin embargo, "hay que recordar que la pérdida de peso tiene que asociarse a una reducción de grasa y no de líquidos, lo que solamente se consigue con una dieta hipocalórica combinada con ejercicio físico", subraya la experta.

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10. Consumir de forma indiscriminada alimentos light o bajos en calorías: Existe la creencia de que la energía que aportan los alimentos light es insignificante y se suele abusar de ellos. Es verdad que aportan menos calorías que sus homólogos si se consumen en igual proporción. Pero algunos de estos alimentos contienen una elevada cantidad de grasas y azúcares y un mayor contenido en aditivos necesarios para su elaboración.

11. Los alimentos contienen calorías negativas: La profesora Aparicio explica que existe la teoría desacertada de que hay alimentos (como la piña o los espárragos) que necesitan más calorías para digerirlos de las que realmente aportan. Pero lo que ocurre es que la ingesta de alimentos provoca un aumento del gasto de energía para poder realizar la digestión, absorción y metabolismo de los nutrientes que contiene el alimento. Esto se conoce como termogénesis inducida por la dieta y representa aproximadamente un 10% de las calorías de los alimentos que se ingieren, pero todos los alimentos proporcionan más o menos energía según su composición.

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12. No beber agua durante las comidas: Falso. El agua no aporta calorías al no contener nutrientes. Tomar agua durante las comidas, no sólo ayuda a mejorar el estado de hidratación, sino que también ayuda a llenar el estómago y sentirnos llenos.

Reparto de energía

Inexacto es también creer que cuanto menor sea el número de comidas al día, más controlamos el peso. Lo ideal es repartir la energía diaria en 4/5 comidas y no omitir ninguna. Ayuda a tener menos apetito entre una comida y otra y elimina la tentación de picar, además de aumentar la ingesta de vitaminas, minerales y fibra y disminuir el consumo de grasa.

Una opción saludable. Desayuno: quinoa con nueces de soja en una taza con yogur. Comida: pasta integral con verduras. Merienda o media mañana: selección de frutos secos o plato de arándanos y fresas. Cena: Halibut asado a la parrilla con espinacas, puerros y piñones. Foto: Getty Images.

Elegir la dieta incorrecta

Al elegir el método para adelgazar también se cae en los mismos errores. Dos son las dietas elegidas por la gran mayoría:

Dieta disociada: Permite tomar la cantidad de alimentos que se quiera, siempre que no se mezclen, por ejemplo hidratos de carbono y proteínas, en la misma comida ya que, según la explicación ofrecida, las proteínas necesitan un medio ácido en el estómago para su digestión, mientras que los hidratos de carbono necesitan un medio alcalino. Está demostrado científicamente que las enzimas actúan de igual forma, independientemente de los alimentos que consumamos. Además, no hay que olvidar que los alimentos son mezclas heterogéneas de nutrientes.

Dieta hiperprotéica: Se basa en una elevada ingesta de alimentos proteicos (carnes, pescados, huevos y mariscos) y un escaso consumo de alimentos ricos en hidratos de carbono. Según la experta, aunque se produce una bajada rápida de peso al ser hipocalóricas, son poco saludable ya que la prevalencia de proteínas hace que los riñones tengan que trabajar más para eliminar los productos de desecho de las mismas. Además, la pérdida de peso se debe, en gran medida, a la pérdida de agua y no de grasa y se recupera rápidamente cuando se abandona. También la ausencia de hidratos de carbono provoca la formación de cetonas que se acumulan en la sangre y que pueden provocar náuseas y fatiga.

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La profesora de la Universidad Complutense Aranzazú Aparicio anima a bajar de peso de forma progresiva con una dieta moderada, equilibrada y variada. Y, sobre todo, aumentar la actividad física. "Si hiciéramos más ejercicio no haría falta restringir tanto la ingesta energética", subraya.