Seguro que lo han emitido alguna vez, que no es un programa nuevo ni reciente, pero como no lo vi en su día, para mí, el Imprescindibles dedicado a Jaime Gil de Biedma es imprescindible -luego compruebo que desde 2010 se ha emitido tres veces-.

Como es fácil de imaginar, el documental recorre su obra recorriendo su vida porque la primera tiene que ver mucho con la segunda, y va salpicando su perfil con el matiz que aporta la gente que lo conoció, desde el elegante, afinado, y certero lenguaje de José Manuel Caballero Bonald a la llana lengua de Juan Marsé.

El documental no hace alarde de nada, ni en la forma ni el fondo. No es ejemplo de televisión vanguardista, no alardea de tener un montaje atrevido ni echar mano de músicas impactantes. Sin embargo, desde el primer fotograma me cautivó. Uno no sabe por qué suceden a veces estas cosas. Te puede pasar con un libro, con una conversación, con una música, con unas imágenes. Sabes que te han seducido cuando terminó todo porque en un primer momento no eres ni consciente de lo que está pasando. A mí me ocurrió hace unos días con la reemisión del Imprescindibles dedicado a Gil de Biedma, donde vemos a un Miguel Poveda que canta los versos del poeta como el que ha traspasado la apariencia y llega al fondo del significado.

Es decir, hablo de un programa de altura intelectual que cumple la función de entretener, como corresponde al medio para el que se pensó, y de estimularte de tal manera que corres a tus libros a ver lo que tienes del poeta para no salir del clima que el programa ha creado. Me encanta ver televisión sin la sensación de perder el tiempo.