Aquí viene un cocodrilo y nos deja sin tema, decía uno de los chicos de la familia de Carlos Merino y Marisol tapándose el tema con las manos, obligado a bañarse con el tema al aire por el jefe de los shiwiar, tribu televisiva del Amazonas. La mujer del jefe lleva a las mujeres de la familia a otra parte del río, y les obliga a quitarse la camiseta antes de meterse en la poza embarrada, de chocolate. A mí no me ve nadie en sujetador, dice la madre enfurruñada.

Por su parte, un mozo calentorro de la tribu tamberma de Togo, donde la familia de Mikel San Sebastián y Nanda pasan unos días a las órdenes de los férreos actores africanos, no tiene bastante con su esposa sino que quiere tema con Eneritz, novia de Billy, que lo reta diciéndole que sí, que adelante, que qué tontería es esta, que todo tiene un límite.

En otra secuencia, a los del Amazonas les hacen comer tortuga matada a porrazos, reservando el pene para ellas, por lo de la fertilidad.

Pero el festival gordo lo ha vivido en la última edición de Perdidos en la tribu Marie, la esposa pija y adinerada de Juan Carlos Berhanyer, que nubla a todos los demás con frases de honda reflexión. Ahí va esta. Mi corazón, decía la señora, quiere ser como ellos, pero eso es imposible, ¿o es que nadie se ha dado cuenta de que son negros? Al final, la familia, expulsada porque Marie no se quiso rapar, salió por patas de Etiopía. Pero a familia muerta, hoy, familia puesta.

Llega una cuya hija está a la altura de esta edición. Creo que cuando me vean los pechos “to firmes y grandes”, dice recolocándoselos, van a alucinar. Seguro.