Otro para reírnos. Sin parar. En el plató hay ciento y la madre, dicho con toda la intención ya que lo de ciento y la madre recuerda al program afallido, también en Cuatro, de Patricia Conde, que llegó y se fue sin hacer ruido, aunque seguro que alguien creyó que Ciento y la madre sería el no va más del entretenimiento.

Con Todo va bien, igual. Seguro que alguien ha pensado que hacer un programa de humor a la misma hora que El hormiguero y que El intermedio es una idea acertada porque donde caben dos, de humor, caben tres. El humor de Todo va bien es un humor que parte de la nada y te conduce a la nada. El intermedio apuesta por el humor social y político. El hormiguero por el humor infantil con ambiciones. En Todo va bien, Xavi Rodríguez y Edurne apuestan por el guirigay donde un puñado de colegas ríe y apostilla gracias, como la cuadrilla del torero, al quite del maestro.

Van de gamberros y locos, pero ni lo uno ni lo otro, salvo que el gamberro haya cambiado tanto que uno ya ni lo reconoce. Su presentador ha dicho que abren una ventana para echar unas risas sin complejos. Eso y nada es lo mismo. Es lo que lo que pretende Mariló Montero, echar unas risas sin complejos aunque nos saque los colores a los demás. Y ella lo consigue.

Todo va bien no es la vida alegre, es la vida gilipollas. Y en ese punto es cuando me pregunto qué pasa cuando todos ríen dentro de la pantalla pero tú tienes cara de palo. Pues eso, que cada uno está en su sitio y entonces sí que todo va bien.