-Me gustaría que nos hablara de su tierra, de la que es un notable embajador...

-¿Y del Athlétic?

-Y del nuevo campo de fútbol...

-Bueno... hay que renovarse, pero la Catedral es la Catedral. Cuando hay elementos que parecen fríos significan tanto para mucha gente, te da mucha tristeza su desaparición.

-Haga de agente turístico y cuéntenos qué mundos nuevos podemos descubrir en el País Vasco.

-Donde estoy, mi casa, es una maravilla: Urdaibai. Euskadi es un país pequeño en el que la gente puede encontrar mucha variedad y sorprenderse. Hallas muchos colores y sabores, mar, montaña... La gente es agradable, muy maja y hospitalaria como sé que son los vecinos de Zamora. Y eso es lo primordial cuando vas a visitar un lugar. Lo digo desde la naturalidad, sin tener que inventar nada.

-Es decir, que usted defiende lo de uno mismo en un tiempo que parece viajar veloz hacia una globalización extrema...

-Soy una persona abierta que no es agresiva con otras propuestas, pero debemos defender lo que es interesante, lo que no tienen esas otras culturas. Está bien que los chavales aprendan inglés, pero por qué no potenciar cosas tan interesantes como las que hay en España o Portugal. Esto también genera riqueza. Sería como no defender la gastronomía que ofrecen los restaurantes de Bilbao de todo tipo.

Bilbao, 1965

Desde niño, Kepa Junkera aprendió en su casa del barrio bilbaíno de Recalde el amor por la música y la cultura de su tierra. Ha tenido la «suerte» de poder trabajar con esas melodías con la libertad que se ha ganado a base de ingenio. Su música es de puertas abiertas como demuestran una veintena de discos que comparte con decenas de intérpretes de otros tantos países. Su trilogía «Etxea, Kalea, Herria» es un buen trabajo para aproximarse a este amante de la trikitixa, el acordeón diatónico que le acompaña en todos sus conciertos.