Los pueblos de Zamora como esperanza

Aguilar de Tera, estratégico balcón asomado a la vega del río Tera

Una rica vega que da los mejores pimientos

El río Tera a su paso por Aguilar.

El río Tera a su paso por Aguilar. / J. S.

Javier Sainz

La amplia vega regada por el río Tera, debido a la fecundidad de sus tierras, atrajo desde antiguo a numerosas gentes. Por ello se fundaron en sus espacios multitud de aldeas, relativamente cercanas entre sí. Con el discurrir de los siglos parte de esos asentamientos humanos quedaron deshabitados, recordándose los nombres y la ubicación de algunos de ellos, pero perdiéndose la memoria de los demás. Otros muchos, los que perduraron, son los pueblos actualmente existentes. Uno de éstos es Aguilar de Tera, el cual, al igual que otros vecinos, tomó su apellido del propio río, siendo el último lugar hacia oriente que lo posee. En este caso su núcleo urbano se aleja del lecho fluvial, pues se encarama en zona relativamente elevada, en el reborde de la plataforma que limita el valle por el mediodía. Esa ubicación le libra de las devastadoras inundaciones que, en inviernos de lluvias abundantes, anegan todas las zonas inferiores, produciendo numerosos destrozos.

Evocando la historia local, sorprende que el propio pueblo no aparezca mencionado en los viejos códices de los siglos XI y XII relacionados con la diócesis de Astorga o con la cercana abadía de Santa Marta de Tera, pues en esos documentos están citadas prácticamente todas las localidades de la zona, señaladas por donaciones u otras actividades relacionadas con esas instituciones religiosas. La primera vez que se nombra Aguilar es ya en el siglo XV como pertenencia del concejo de Benavente.

La razón de esa tardanza pudiera estar en la tradición que afirma que antaño las gentes locales habitaron más hacia oriente, en el pago de Revilla, uno de los desolados de la zona. Ahí existió una población que quedó yerma desde antiguo, en cuyos solares suelen aparecer tejones y piedras al arar. Por lo insano de ese enclave, con numerosas charcas inmediatas que provocaban fiebres, sus residentes lo abandonaron y se trasladaron a vivir a los espacios del pueblo actual. Dicen que las primeras casas de la nueva ubicación las construyeron alrededor de una laguna que existía donde ahora se emplaza la plaza de Santa Marina, extendiéndose después por los terrenos contiguos inmediatos.

Del propio Revilla una de las noticias más antiguas que se conocen está fechada en el año 1056. En ella se indica que un sacerdote denominado Zete Amores, junto con su hermana María, entregaron al monasterio de Santa Marta de Tera una heredad que allí poseían, aclarando que estaba formada por casas, tierras y viñas. Poco después, año 1065, la donante al mismo cenobio fue una viuda, llamada Urraca, acompañada de sus hijos. Tras pasar cuatro años más hubo una nueva entrega, realizada por el matrimonio formado por Fernando Flaínez y Jimena Daniélliz. Estos conyugues pertenecían a familias poderosas de la zona.

Aguilar de Tera Estratégico balcón asomado a la vega del río Tera

Iglesia de Aguilar de Tera. / Javier Sainz

Aguilar, desde que aparece nombrado por vez primera en un escrito en la fecha de 1414, figura como dependencia de los condes de Benavente, agregado a la Merindad de Riba de Tera. A la provincia de los condes benaventanos perteneció desde entonces hasta que en el año 1833. Con la institución de la división territorial actual pasó a integrarse a la provincia de Zamora. En nuestros tiempos forma parte del ayuntamiento de Micereces de Tera.

Su término está formado por dos dominios muy diferentes entre sí. El sector septentrional incluye un fértil trecho de la vega, abarcando amplios parajes de la margen fluvial derecha junto a otros pocos de la izquierda. En esa zona se sitúan las tierras más fértiles y las mejor irrigadas. Una parte considerable está ocupada por frondosas plantaciones de chopos con destino a la fabricación de celulosa. A ellas se añaden los propios sotos ribereños naturales, generando una banda forestal realmente importante. El lecho del río, bien definido en la actualidad, trazó antaño numerosos meandros como consecuencia de la horizontalidad del terreno. De ellos perduran brazos abandonados, con aguas retenidas, generando espacios anfibios, muy intrincados, de una riqueza natural sobresaliente.

Aguilar de Tera Estratégico balcón asomado a la vega del río Tera

Edificio de usos múltiples en Aguilar de Tera. / J. S.

La vega concluye hacia el sur en una especie de lindón bien marcado. Sobre él se extiende un altiplano, una especie de páramo arcilloso que separa el valle del Tera del de Valverde. Es la zona denominada El Monte y El Raso, antaño un secarral poblado de encinas y de jarales. En nuestros tiempos toda esa parte se ha transformado en un área muy productiva debido a los modernos regadíos. Las aguas llegan hasta aquí a través del importante canal de la margen derecha del Tera, del que se surten numerosas acequias menores. Entre los productos hortícolas más valiosos destacan los pimientos, de una calidad excepcional.

Ya señalamos que el casco urbano local se encarama sobre el reborde de la vega, asentado en zona elevada. Antaño estuvo formado por inmuebles de tapial, los cuales han desaparecido en su casi totalidad, sustituidos por viviendas modernas, de una notable prestancia. En general, todo el núcleo muestra una positiva sensación de bienestar y progreso. De los edificios actuales, hemos de reseñar el que acoge los servicios múltiples, con el consultorio médico en uso. Se distingue en su exterior por disponer de un jardinillo bien cuidado y por exhibir el reloj público. A su orilla también se emplaza la farmacia.

1.- Retablo de la iglesia.
2.- Laguna en la zona de Revilla.
3.- Vista parcial con la iglesia.
4.- Edificio de usos múltiples.
5.- Plaza de Santa Marina.

Retablo de la iglesia de Aguilar de Tera. / J. S.

Uno de los espacios más peculiares y nobles que aparecen tras recorrer las diversas calles es la Plaza de Santa Marina, la cual ya mencionamos que antaño estuvo ocupada por una laguna. Posee formas alargadas, un tanto irregulares, caracterizándose por disponer de un par de pérgolas muy llamativas, bastante elevadas, con bloques pétreos por debajo a modo de asientos. Otro rincón urbano digno de mención es el Parque, el cual posee un espacio ajardinado y con árboles de sombra, limitado por un recio muro de contención. Desde allí se divisan amplias panorámicas sobre la inmediata vega. No muy lejos, pero ya en zona baja, se localiza el área de los Paleros, un terreno público arbolado un tanto silvestre. Algo más al oriente, cerca de la báscula pública, existe una pista deportiva y, unos pocos pasos más allá, topamos con un campo de fútbol, denominado del Cardizal, ambos poco frecuentados.

A su vez, en los angostos solares existentes entre la iglesia local y la carretera contigua se ha organizado una especie de pequeño museo rural al aire libre. Vemos en él diversos aperos y máquinas antaño de uso común, como un carro, arados, una vieja noria con la figura a tamaño real de una mula, una aventadora… Se genera así un rincón muy evocador.

Aguilar de Tera Estratégico balcón asomado a la vega del río Tera

Plaza de Santa Marina, Aguilar de Tera. / J. S.

No obstante, el paraje local más atractivo es el denominado El Tamaral, junto a la margen izquierda del Tera, a dos kilómetros del pueblo, compartido con el vecino Quiruelas de Vidriales. Además de existir ahí una urbanización, con diversos chalets, se ha acondicionado una magnífica playa fluvial muy frecuentada en el verano. El acceso hasta ahí se hace por la carretera que enlaza el pueblo con la nacional N-525. Para cruzar el río existe un recio puente de hormigón, formado por arcos rebajados. La angostura originaria de este paso se ha solucionado con el ensanche de la calzada, realizado en el año 2005. Cierto es que la obra ha perdido esbeltez, pero su funcionalidad ha mejorado considerablemente.

La mencionada iglesia es, como en tantos otros sitios, el monumento local más destacado. Se emplaza sobre un cabezo prominente, asomado hacia la vega, haciéndose así visible desde lejos. Por sus detalles constructivos es posible que fuera alzada entre los siglos XVII y XVIII, probablemente sobre los solares de otro oratorio anterior. Es edificio sobrio y potente, construido con una rústica mampostería de bloques cuarcíticos muy irregulares, imposibles de tallar. No obstante, para elementos que precisaron cierta finura, como puerta y aleros, reservaron piedra arenisca. En conjunto consta de una cabecera cuadrada a la que se le adosa el cuerpo de la nave, con dos capillas enfrentadas entre sí que hacen las veces de crucero. Sobre el hastial del oeste se eleva la espadaña, dotada de tres vanos y una cumbre aguda y penetrante. Para el acceso hasta las campanas dispusieron una escalera externa trazada en zigzag. La puerta se abre al mediodía, provista de un arco de medio punto apoyado sobre impostas levemente molduradas. Queda al resguardo de un pequeño aunque soleado pórtico. Dando la vuelta hacia el costado septentrional, en ese rincón se acomoda el viejo cementerio, sin uso en nuestros días. Lo sustituye otro más amplio y apropiado, situado a las afueras, hacia el sur, distante algunos cientos de metros de las últimas casas, en dirección hacia Navianos.

Tras penetrar en el interior del templo, todo se halla cuidado con esmero. Sus muros se presentan enfoscados y enjalbegados, llevando como techumbres bóvedas de aristas en la nave y una cúpula en el presbiterio. Sobre las pechinas de esa media naranja pintaron unas elementales figuras de los evangelistas. Las miradas se dirigen enseguida hacia el retablo del altar mayor. Es una pieza barroca muy hermosa, cuajada de ornamentos, con columnas esbeltas por las que trepan sarmientos sinuosos. Desde su nicho central preside la imagen de Santa Marina, la titular de la parroquia y patrona del pueblo. Está representada de pie, pisando una especie de dragón y portando una vara o cruz con su mano derecha. Le acompañan desde ambos lados las efigies de Santiago cabalgando su brioso caballo y un más sosegado San Pedro. En lo alto del ático se halla un crucifijo. De los retablos laterales, el más notable es el de la Virgen del Rosario, barroco nuevamente, muy denso en su ornato. Exhibe el anagrama de María en zona destacada, cobijando en su único nicho a una figura de vestir de la Reina de los Cielos. Notable es a su vez la pila bautismal, hermoso cuenco pétreo, animado, tanto en su pie como en su copa, con multitud de estrías o canalillos.

En una de las esquinas del mencionado retablo mayor se halla, o se hallaba antaño, la vetusta imagen de San Bernardino, gótica, acaso del siglo XIV. Sobre ella se afirma que fue traída del desolado de Revilla. Allí presidió su desaparecida iglesia, reducida a la categoría de ermita cuando el lugar quedó yermo, para terminar derrumbándose al fin.

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