Recuerda inequívocamente a La vida de los otros, ganadora del Óscar en 2006 a la mejor cinta extranjera, una de las películas que mejor ha reflejado el ambiente que se vivía en la República Democrática Alemana a mediados de los ochenta, cuando el régimen comunista vislumbraba ya el principio del fin de una experiencia política marcada por el fracaso, pero no llega a situarse a su nivel ni a captar con tanta lucidez una realidad que se hacía insostenible y que mostraba los signos determinantes de la Caída del Muro de Berlín. De hecho, la cinta transcurre en 1989, apenas unos meses antes de este acontecimiento, cuando el clima de crisis a todos los niveles afectaba tanto a las altas jerarquías del país como a la población en general.

Aunque la adaptación de la novela de Eugen Ruge ha sido correcta y muestra con toda claridad la tristeza y la miseria que afecta a todos los órdenes de la sociedad, la descripción de los personajes no es todo lo reveladora e ilustrativa que sería de desear. Hay sobrados elementos que definen un entorno que solo se sostiene en pie por el incremento de la represión, si bien no se entra de lleno en el meollo de una familia que asiste a su propio e inevitable final.

El director Matti Geschonneck, que ha dedicado la práctica totalidad de su carrera a la pequeña pantalla, ha hecho uno de sus mejores trabajos, pero sin redondear aspectos que eran imprescindibles para llegar al fondo de la cuestión. La historia pierde por ello buena parte de su capacidad de análisis.

Se vale, eso sí, de la labor soberbia del actor Bruno Ganz, un icono del cine germano de los años setenta y ochenta, que incorpora a Wilhelm, un miembro relevante del Partido Comunista de la RDA que esta siendo objeto de un homenaje con motivo de su 90 cumpleaños al que asisten su familia, sus amigos y vecinos y los jerarcas del régimen. Escéptico y decepcionado, Wilhelm es un testigo privilegiado de cómo este mundo se viene abajo con la deserción incluida de quienes contribuyeron a sostenerlo. La huida de su querido nieto Sascha, que ha logrado escaparse para instalarse en la Alemania Occidental, es una evidencia de que el final está muy cerca.