Dos géneros al precio de uno y si el espectador es amante de las emociones fuertes, la operación es inmejorable, sobre todo porque el director, un Julius Avery que solo había realizado previamente 'Son of a gun', inédita en nuestras pantallas, tiene una singular capacidad para crear un ambiente donde predominan los horrores.

Lo cierto es que pocas veces se ha visto una transición tan radical como la que aquí se nos ofrece, que supone viajar del cine bélico clásico de la II Guerra Mundial, aquel en blanco y negro y con un argumento sin demasiadas sorpresas, al producto de terror más morboso que uno pueda imaginarse, con referencias evidentes al específico y más reciente de los zombies y toda su parafernalia. El resultado es un conglomerado irrepetible que sorprende e impacta. No es una película relevante ni demasiado recomendable, pero tampoco un producto a despreciar. Denota, asimismo, que el director sabe lo que hace y que tiene posibilidades para brillar en un futuro inmediato.

La primera mitad no es un prodigio de originalidad, más bien lo contrario. Nos traslada a los días heroicos y cruentos del desembarco de Normandía en la II Guerra Mundial siguiendo los pasos de un grupo reducido de soldados aliados que tienen que llevar a cabo una delicada e importante misión: destruir una poderosa antena de radio alemana ubicada en territorio francés que es usada por las tropas nazis para boicotear las comunicaciones y enviar comunicados a sus mandos. Un objetivo más que difícil que se convierte en imposible cuando el grupo se reduce a cuatro miembros. Eso sí, con la colaboración de una francesa resistente que es más efectiva que todo un batallón.

Sobre este planteamiento que incluso resulta tópico emerge de súbito, mediante un giro tan brusco como inesperado, un relato de terror llevado a sus últimas consecuencias y se abre paso un festival del horror que conduce hasta el gore, con imágenes macabras que inundan la pantalla. Es aquí donde Julius Avery certifica su soltura en semejante terreno y donde logra mayores aciertos de la cinta. No es mucho, pero puede ser semilla de futuro.