Argusino consigue un lugar para el eterno descanso

La romería de la Santa Cruz vuelve a reunir a los trasterrados que ven cumplido su deseo de tener un columbario

"Representa el sueño y el empeño de muchos que desde hace décadas ansiaban descansar cerca de los suyos"

La fiesta en la ermita es un motivo de encuentro, de emociones, también de dolor

"Es muy duro tener a tu padre y a tu madre debajo del agua. Así nos trataron, peor imposible"

En este mayo exuberante la llegada del agua a escasos metros de la ermita ha reducido la procesión casi a un suspiro

VÍDEO | Inauguración del columbario de Argusino

I. G.

«En reconocimiento a los hombres y mujeres que cumplieron con la ilusión de mantener un sentimiento vivo». Ha costado años, pero al fin los argusinejos tienen un lugar donde depositar sus restos y los de sus seres queridos lo más cerca del pueblo que les fue arrebatado en aras del «progreso». El columbario situado en el jardín de la ermita de la Santa Cruz de Argusino es una pequeña concesión para quienes fueron desposeídos de todo, hasta de sus muertos. 

«Sobre capas de hormigón, las almas de tantos y tantos argusinejos llevan ni más ni menos que 57 años descansando sobre un mar de agua que de, forma muy puntual, se retira para permitir a los suyos regresar y formar una cruz donde antes había un nicho. Paseos para rememorar y rezar sin una referencia visual exacta. Ramos de flores que resisten al paso del tiempo y que flotan entre las cuatro esquinas de un cementerio del que se va desdibujando un poco más con cada bajada» evocó Fanny Vega, descendiente de argusinejos, durante la inauguración del columbario, el primer espacio donde estos sayagueses pueden depositar las cenizas de los suyos. 

Lucía López Moráis se derrumba cuando vuelve al territorio de los suyos usurpado sin miramiento y evoca el recuerdo de unos padres enterrados bajos las aguas del embalse de Almendra. «Ni siquiera nos dejaron recoger los restos de los nuestros. Es muy duro tener a tu padre y a tu madre debajo del agua. Así nos trataron, peor imposible. Nos echaron por ese camino (señala la salida desde la ermita) y vete donde quieras». 

La romería de la Santa Cruz, que evoca la fiesta del pueblo sumergido, es un motivo de encuentro, de emociones. También de dolor. El tiempo no cura las heridas de quienes fueron desposeídos de todo «de mala manera» aquel tercer domingo de septiembre de 1967. El día que «los escasos vecinos que aún residían en el apartado pueblo de Argusino de Sayago se acercan a la iglesia de Santa María Egipciaca» en la que sería su última misa, como recordó Fanny Vega. 

Cada fiesta de la Santa Cruz es especial para estos sayagueses, pero sin duda este 2024 se recordará por esa pequeña conquista en forma de un lugar sagrado donde depositar las cenizas. «Un lugar donde descansar al lado de las aguas del pueblo donde nacieron nuestros padres y abuelos» apuntaba Francisco Nieto Pardal, miembro de la directiva de la asociación Argusino Vive, nacida para preservar la memoria de un pueblo que se niegan a dar por desaparecido. 

Tanto es el empeño que los argusinejos se resisten a eliminar su pueblo del carné de identidad. Lucía López Moráis muestra con orgullo su DNI donde pone «nacida en Argusino». «Cuando fue a renovarlo me decían que ese pueblo no existía. Cómo que no, les dije, es el mío, y si no me lo ponen no renuevo el carné». 

Procesión hasta la vera del embalse

Procesión hasta la vera del embalse / L. F.

Después de la humillación que vivieron los argusinejos de niños, y sus padres ya desaparecidos, estos sayagueses y sus descendientes se niegan a bajar la cabeza. Al contrario, las nuevas generaciones toman el testigo de una memoria muy viva, como se puede comprobar cada año en la ermita de la Santa Cruz. 

Este año con Argusino más sumergido en un embalse casi lleno que arrastra las aguas del Tormes apenas a 50 metros de la ermita y hunde el pueblo hasta 40 metros de profundidad. «Allí está Argusino; ahí debajo tenemos todo» apunta un argusinejo con el dedo hacia el infinito. Pocas veces este «mar de Castilla» presenta tal magnitud para pena de quienes ansían el afloramiento de los restos del pueblo y el cementerio, aunque solo sea para depositar unas flores. 

Cuenta María Sofía Moralejo Moralejo que hace dos años, la última vez que la bajada del embalse descubrió los restos de su pueblo, «estaba aquí casi todos los días». Lo hacía desde Torrefrades, donde se asentó con su familia cuando ella tenía 17 años. «Fue una tragedia, nos tocó dejar todo lo nuestro. Eso nunca se olvida». 

Desde Madrid vuelven cada año Manuel Garrote de Inés y su mujer Lucía López. «Yo tardé 18 años en volver. Es que no podía; gracias al psicólogo que me dijo, baja a ver a tu padre y a tu madre, mete las manos en el agua y les tiras dos rosas, para que vean que no te has olvidado de ellos» cuenta la mujer con la voz quebrada. «Volver cada año es una satisfacción muy grande, una tranquilidad; aunque no se me quita de la cabeza que los restos de nuestros padres los tenían que haber sacado del cementerio». 

Manuel Garrote de Inés estaba en Madrid cuando la dramática y violenta expulsión de 1967. Su familia se asentó en Villamor de Cadozos y él no falla cada año en esta fiesta de la Santa Cruz donde es imposible evocar aquella salida de los suyos «triste y desgarradora». 

Subasta de bollos maimones

Subasta de bollos maimones / L. F.

A su lado, Jesús Edelio de Vega que siendo un niño (10 años) hubo de vivir la destrucción y eliminación del mapa del pueblo para inundar «las miles de hectáreas fértiles que tenía Argusino, las encinas, las viñas, todo un patrimonio artístico, cultural y etnográfico. En cada huerta estaba su pozo, con su pila y su cigüeñal. Todo quedó hecho migas» describe al lado del nuevo columbario. «Fue muy injusto, tenían que haber respetado el pueblo, pero lo arreglaron con 52 millones de (las antiguas) pesetas». 

Vivencias imborrables que afloran en ese pequeño «jardín de los sueños» donde desde este domingo, 5 de mayo, ya pueden reposar los restos de argusinejos hasta ahora privados de su tierra. «Esto se tenía que haber hecho antes porque se hubiera satisfecho la intención de mucha gente. Pero bienvenido sea» apunta José Manuel Pardal, que un año más se ha desplazado desde Tarragona en un largo viaje donde «se te pasan muchas historias por la cabeza. Y, cuando llegas, es como si se abriera una ventana». 

Porque la vuelta a Argusino significa recuerdo pero también reencuentro de los trasterrados. Los de Madrid, Zamora, Salamanca, Tarragona, Cascón de Nava (Palencia), los de Villamor de Cadozos, Torrefrades, Villar del Buey, Sobradillo de Palomares, Valladolid. La huella de los argusinejos recorre muchos puntos de la geografía. 

«Ha pasado más de medio siglo y desde entonces, un mismo sentimiento, una misma reivindicación. Argusino Vive nacía al calor de un 50 aniversario que pretendía salvar del olvido a un pueblo al que Google Maps condenaba en un océano azul» expresó Fanny Vega en su alocución. «Argusino continúa ahí. Dormita. Pero hoy se siente un poco más arropadlo. Este columbario que hoy inauguramos representa el sueño y el empeño de muchos que desde hace décadas ansiaban descansar cerca de los suyos. El camino no ha sido fácil y se ha traducido en años de trabajo en silencio, pero ha podido ver la luz gracias al esfuerzo de tantos y tantos que nunca tiraron la toalla». 

Es así como la memoria de Argusino se fortalece, con este «nuevo espacio y un digno lugar para el descanso», al lado de la ermita. Y en este mayo exuberante, a escasos metros de la gran lámina de agua que este año ha reducido la procesión casi a un suspiro. Pero se celebró, igual que la tradicional subasta de los bollos maimones donde se recaudaron 185 euros para reparaciones y mantenimiento de la ermita. 

La actuación de Lucía Gonzalo ha puesto el broche de oro a los actos de 2024.

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