Opinión

El "merlú" y el "barandales" no existen para la RAE

Nuestras palabras, las zamoranas, para nosotros suelen tener una única acepción

IMAGEN DE LA ESCULTURA DEL MERLU CON UN GRAN CENTRO DE FLORES

IMAGEN DE LA ESCULTURA DEL MERLU CON UN GRAN CENTRO DE FLORES

Lo que, para cualquiera de nosotros, los zamoranos, es algo que no llegamos a plantearnos, porque lo hemos mamado desde la infancia, como es el significado de las palabras "merlú" y "barandales", tampoco lo es para la RAE. Pero no tanto por haberlas admitido como palabras españolas, sino precisamente por todo lo contrario. Mientras, para nosotros, son como el cielo de los atardeceres que parece que no va a desaparecer nunca.

Para la Real Academia o la Docta Casa, como se prefiera, el merlú y el barandales no existen. La palabra "barandales" se muestra con otro significado muy diferente, el de: "barra horizontal que sujeta los balaustres de una barandilla", y la de "merlú", simplemente no aparece. Y lo que no está en el diccionario es como si no existiera, como le ocurre a un piso que no figura en el registro de la propiedad.

El diccionario de la RAE es amplio, pues dispone de 93.000 palabras, de las que 19.000 son americanismos. Se dice que unas 30.000 son las usadas por un español medio. Es, nuestro idioma, el español, el cuarto idioma mas hablado en el mundo, por detrás del inglés, del mandarín chino y del indostánico. Pero pretender que la RAE llegue a incluir al barandales y al merlú en su diccionario es algo más difícil que encontrar las gafas cuando no las hemos dejado en su sitio habitual.

Los ingleses registran más palabras que nosotros, siendo 415.000 las del "Oxford English Dictionary". Sin embargo, curiosamente, a pesar de tener muchas más, un texto de 300 palabras en inglés, viene a ocupar 350 o 400 en español. Los árabes superan los doce millones de vocablos. Y la lengua más antigua del mundo que es el Sumerio, data de 3.500 años a.c, de la antigua Mesopotamia, aunque, a día de hoy, solo se hable en Irak, y no como idioma principal, puesto que es el árabe la primera.

Nadie podrá evitar que haya colgaduras y reposteros en balcones con las contraventanas abiertas de par en par, para que puedan entrar los tonos de La Marcha de Thalberg en la madrugada del Viernes Santo. Ni tampoco impedir observar la fugacidad de una vela, al paso del Cristo Yacente en una noche de viento del Jueves Santo. Ni dejar de recordar estas y otras muchas cosas merced a la indulgencia que suele aportar el paso del tiempo

Jesucristo hablaba en Arameo y, sin embargo, actualmente, no solo no es lengua oficial de ningún país, sino que está a punto de desaparecer. Así que, por lo que parece, esto del afianzamiento de los idiomas no depende tanto de la riqueza lingüística o de su antigüedad. Ahora las cosas son de otra manera. De hecho, ya no se pasa una gamuza para dejar lustrosos los zapatos el Domingo de Ramos, porque el calzado actual queda casi reducido a las zapatillas de deporte.

A ambas palabras "zamoranas", las de merlú y barandales, les llegará el momento en que dejarán de existir, porque si los idiomas arameo y sumerio están como están, a las palabras del léxico "zamorano", no cabe augurarles un final mejor. Así que al no poder pretender que sean incluidas en el diccionario deberíamos hacer lo posible para no olvidarnos de ellas al objeto de que no desaparezcan en unos pocos años. Menos mal que dos esculturas en bronce nos las recuerdan. Ambas realizadas por artistas zamoranos: una por Antonio Pedrero y la otra por Ricardo Flecha. Ambas son iconos de la ciudad, de manera que cualquier ciudadano local podría informar sobre ellas, como si le preguntaran por un hospital o por la zona de "los pinchos".

Volviendo sobre palabras "zamoranas", y en lo que se refiere a la Semana Santa, sabemos que existen al menos otras tres, como son "mesa", "paso" y "caperuz" que tampoco figuran en el diccionario de la RAE o que su significado nada tiene que ver con el que aquí entendemos. Así, "mesa", para la RAE no es, en ningún caso, una "peana". "Paso" no es una "mesa" con una o varias esculturas representando personajes de la Semana Santa. Y "caperuz" sencillamente no existe, aunque sí conste una palabra parecida como es la de "capirote", refiriéndose al cono de cartón (ahora de plástico) que se coloca en la cabeza, bajo la túnica de los "congregantes".

Nuestras palabras, las zamoranas, para nosotros suelen tener una única acepción, a diferencia de las de la RAE que suelen tener varias. Así, la de "pasar" cuenta con 64 significados. La de "mano", cuando se combina con otras, llega a alcanzar los 371 acepciones. Tampoco contamos con la más larga, como es el caso de "electroencefalografista", que con veintitrés letras bate todos los récords.

Es lo que tiene pertenecer a una sociedad tan pequeña como la nuestra, limitada a 60.000 individuos en la capital y 160.000 en el conjunto de la provincia. Que nuestro léxico no llegará nunca a acceder al diccionario de la RAE, puesto que no cumple con la condición de estar lo suficientemente extendido. Pensar lo contrario es como imaginar una impresora que pueda funcionar sin tinta.

Pero nadie podrá evitar que haya colgaduras y reposteros en balcones con las contraventanas abiertas de par en par, para que puedan entrar los tonos de La Marcha de Thalberg en la madrugada del Viernes Santo. Ni tampoco impedir observar la fugacidad de una vela, al paso del Cristo Yacente en una noche de viento del Jueves Santo. Ni dejar de recordar estas y otras muchas cosas merced a la indulgencia que suele aportar el paso del tiempo.

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