"En los 90 yo estaba en una serie de televisión muy famosa". Así empieza la canción de los títulos de créditos finales de 'Bojack Horseman', una serie de animación para adultos creada por Raphael Bob-Waksberg que ya lleva cinco temporadas en Netflix. Poco a poco y año tras año ha ido sumando seguidores y acaba de cerrar su mejor temporada, colocándose entre los aspirantes para desbancar un trono hasta ahora destinado a 'Los Simpsons', 'Padre de Familia' o 'South Park'. No se ha limitado a repetir los chistes que todos más o menos esperan, sino que ha echado toda la carne al asador, arriesgando. No sólo en argumentos, sino en narrativas más experimentales.

Para aquellos que no conozcan nada de esta serie, comenzaré explicando que el protagonista es un caballo antropomorfizado. Como en las películas de Disney, los animales tienen rasgos humanos y conviven con ellos. La profesión de actor de Bojack es el pretexto para hacer una sátira del mundo del cine, las bambalinas de Hollywood y el mundo del espectáculo. Horseman es un veterano actor que triunfó en los 90 con una clásica telecomedia con niños. El primer referente que se me viene a la mente para compararla es 'Padres forzosos', aquella serie que lanzó al estrellato a las gemelas Olsen y que ahora Netflix ha resucitado en el spin off 'Madres Forzosas'. Pero hay guiños a otras series de la época (y ya puestos también a las de ahora). En la actualidad, Bojack puede haber superado la cincuentena y empieza a ver un gran vacío en su interior. Tras años de excesos, en los que se ha bebido de todo, se ha metido de todo y se ha pasado por la piedra a quien ha podido, llega ese momento en que se pregunta ¿qué he hecho con mi vida? Es cierto que su vieja serie se hizo muy famosa y le ha dado ingresos para que nunca se tenga que preocupar por trabajar, pero Bojack sabe que su trabajo más recordado y por el que le conoce todo el mundo es una mierda.

A estas alturas, más de uno ya se estará quedando desconcertado porque esto no suena precisamente a un argumento de comedia. Y es que Bojack Horseman no siempre te hará reir. Su humor a veces es tan ácido que hasta quema y duele. Bojack es un personaje que aspira a tener la profundidad de un Don Draper, un Walter White, o un Toni Soprano. Hace cosas que pueden ser moralmente reprochables y no es precisamente el mejor amigo del mundo. Es la amargura de quien lo tiene todo, pero no tiene nada. A lo largo de estos cinco años hemos visto cómo la mujer que quiere se ha ido con su mayor rival (odio al señor Peanutbutter), el trágico final de algunos de sus compañeros de reparto de su antigua serie, la pérdida de una hija sorpresa y la tormentosa relación con su madre... Año tras año, Bojack está más metido en un pozo del que no puede salir y no sabemos muy bien si despreciarle o compadecernos de él. A lo largo de estos cinco años, la serie ha sabido meterse en jardines muy peliagudos como son el machismo en la industria cinematográfica, el aborto, los populismos en política...

El cómico Will Arnett es quien se encarga de poner la voz del protagonista, pero entre los secuendarios nos encontramos con otros actores conocidos del mundo seriéfilo como Aaron Paul (el Jesse de 'Breaking Bad') como Todd el mejor amigo de Bojack; o Alison Bree ('GLOW', 'Mad Men') en el papel de Diane, la actual musa del actor. Pero a lo largo de estos años nos hemos encontrado con secundarios de lujo como artistas invitados como Margo Martindale, J. K. Simmons, Angela Basset, Jessica Biel o Kristen Schaal. Algunos hasta interpretándose a sí mismos. La secuencia inicial de los títulos de créditos, en una secuencia que me recuerda a uno de los momentos más oníricos de 'Pulp Fiction', sitúa al espectador sobre el tipo de relato que está a punto de ver.

Esta quinta temporada ha sido una de las más experimentales que ha tenido la serie, sabiendo cerrar episodios que por separado son muy buenos, pero que forman parte de un todo, que es la historia que se nos ha ido contando a lo largo de toda esta entrega. En el sexto episodio vemos sólo a Bojack en pie hablando durante un funeral, un monólogo de 25 minutos de duracíon en el que, en estos momentos de duelo, se revelan muchos detalles sobre el personaje y su forma de ver la vida. Hay otro capítulo en el que dos psiquiatras se intercambian confidencias sobre sus pacientes, cambiando sus identidades en el relato para preservar quiénes son. Pese a estas alteraciones, el fiel seguidor de la serie sabe reconocer de qué personaje están hablando en cada momento. También tenemos el clásico episodio de Halloween, en el que se nos cuentan cuatro fiestas en años diferentes en casa de Bojack y en la que vemos todas las similitudes en las relaciones románticas del señor Peanutbutter.

En esta quinta temporada, Bojack encuentra una nueva serie para trabajar, el thriller policiaco Philbert. A lo largo de estos doce episodios, (cuidado que vienen spoilers) hemos visto la separación de Diane y el señor Peanutbutter, la muerte de la madre de Bojack y finalmente el ingreso de Bojack en una clínica de rehabilitación por su adicción a los tranquilizantes. En otro de esos episodios experimentales, se nos cuenta lo rota que está ya su mente hasta el punto de no saber diferenciar la realidad de la serie que está interpretando. La temporada ha terminado dejando a Bojack ante el camino a su redención, con la duda de si volverá a tener nuevos tropiezos el año que viene. Tenemos un año por delante para encontrar las respuestas.