Reúne los ingredientes necesarios para movilizar a un amplio sector de espectadores que tiene en el cine de acción su oferta preferida y aunque no es un título relevante y ejemplar del género es obvio que puede suministrar dos horas de espectáculo estimable.

Gracias, sobre todo, a un selecto reparto, encabezado por Gerard Butler, que hace las veces de protagonista y productor y a un director, Rick Roman Waugh, que con solo tres largometrajes en su haber, La sombra del crimen, Criminal y El mensajero ya se mueve con un mínimo de soltura en estos selectos lugares. Sin pasar de largo que la cinta ha contado con un presupuesto descomunal de 40 millones de dólares que han permitido hacer realidad un despliegue notable de efectos visuales, armas y explosivos y con el andamiaje de dos películas previas, Objetivo La Casa Blanca y Objetivo Londres, que conforman en conjunto una trilogía sumamente popular.

En este panorama de cierta consistencia, aunque no faltan algunos altibajos que rompen una parte de su armonía, encuentra terreno abonado el agente de seguridad Mike Banning, que ante su estupor es acusado del intento de asesinato del Presidente de Estados Unidos mientras se entregaba a su actividad preferida, la caza y la pesca.

Es el comienzo de un embrollo de magnitud enorme que convierte a Banning en enemigo público número uno en EE UU o lo que es lo mismo el cazador se ha erigido en presa y tiene ante sí a todo un FBI que se ha movilizado por completo. La situación es desesperada y sitúa al sospechoso del intento de magnicidio en el ojo del huracán. Literalmente, no hay posibilidad de salir adelante, aunque las cosas van cambiando de color a medida que el panorama se va clarificando.

Presencia encomiable del veterano Nick Nolte, que aporta unas dosis de humor que se agradecen en el papel del padre de Benning, y soluciones convencionales que intuyen nuevas entregas de la serie.