La tele es cíclica, o no es. Cada estación tiene su tele, es decir, sus contenidos, y a ella y a ellos nos acostumbramos. La tele y la vida son cíclicas. A ver si la vida es la tele. Lo digo porque ahora, mientras escribo esta pieza sentado en el patio, aprovechando que el calor aún no es un arma de destrucción masiva, escucho la sintonía de Mi casa es la tuya o la de mi perro o Mi casa no es mía sino del banco o como quiera que se llame ahora lo de Bertín Osborne - qué mundo más alucinante ver al cantante de rancheras moderando un debate sobre América Latina con Vargas Llosa y el ex presidente del Gobierno Felipe González, todo por la pasta -.

La semana pasada, a la misma hora de la mañana, también se oyó la sintonía del programa que llegaba de la casa del vecino. Es decir, la costumbre, la rutina como espectador, se ha hecho vida. Nos podemos reconocer en esa inercia quien tenga tele. Somos espectadores porque somos rutinarios. Siguiendo con el vecino sabía que esa sintonía dejaría de escucharse al instante porque sabía que ni siquiera esperaría a ver el invitado del programa y cambiaría de canal. Así fue. De repente se escuchó la voz de intensa teatralidad de Gloria Serra en La Sexta ya que ahí también repinten Equipo de investigación los domingos por la mañana. Mi vecino es, como la mayoría, un espectador de costumbres. Quizá como usted. Por eso a partir de este mes nos acostumbraremos a no ver en pantalla a las reinonas de la tele. Ha llegado el verano. Y con él se van Ana Rosa, Susanna Grisso, Pablo Motos, o Wyoming. Penita que el verano haya juntado a Osborne, Llosa y González, reinonas del negocio. Que no se convierta en costumbre.