Voy a echar de menos ‘Pura magia’ este verano. Ya estoy notando su ausencia. Tras dos ediciones disfrutando de su maestro de ceremonias, el gran Mag Lari, se antoja duro atravesar las nueve semanas televisivas de julio y agosto sabiendo que no nos lo vamos a encontrar salpicando de picardía esas noches de calima.

Dirán que ‘Pura magia’ no ha renovado porque su audiencia fue baja. A mí me da que el programa no continúa; que de hecho en el verano de 2018 estuvo condenado al ostracismo de las madrugadas, porque estaba producido por Javier Cárdenas. Y es verdad que a mí nunca me interesó ‘Hora punta’, y así lo expliqué desde su primer día de emisión.

Pero cada cosa en su sitio. ‘Pura magia’, el talent de los ilusionistas, fue uno de los formatos más estimulantes de cuantos nos ha regalado la televisión reciente. La combinación entre Mag Lari, un jurado ajustado a los cánones (grandiosa Nina, polémico Anthony Blake) y sobre todo un casting de concursantes que lo dieron todo, conformaron un espectáculo muy placentero para las noches de verano.

Será porque ya soy como de la familia, porque después de seguir a diario durante 200 ‘Arusitys’ a Angie Cárdenas, la hermana, a Tatiana, su sobrina y a Alfonso, su cuñado, empiezo a envidiar cómo serán sus nochebuenas.

Pero, hablando en serio, lo que no me parece bien es que se tachen determinados nombres, no por la calidad del producto, sino por ser quiénes son. Sea para perjudicarles, o sea para favorecerles. En unos días veremos el nuevo magacín de Máximo Huerta. Bienvenido sea. Ya está bien de vetos, de etiquetas y sambenitos. Esperemos que le salga bien y que su buen sabor de boca nos compense el vacío dejado por ‘Pura magia’.